Hace unos años, la idea de financiar un burrito habría sonado absurda. Hoy, ya no tanto.

Chipotle, una de las cadenas de comida rápida más populares de Estados Unidos, ha empezado a ofrecer la opción de «Compra Ahora, Paga Después» (Buy Now, Pay Later, o BNPL) para sus pedidos. Sí, así como lo oye: dividir el costo de una comida rápida en cuatro pagos. Y no es la única. Plataformas como Klarna, Afterpay y Sezzle están cerrando acuerdos con negocios de todo tipo —desde tiendas de ropa hasta aplicaciones de delivery como DoorDash— para permitir que los consumidores puedan diferir pagos de montos tan pequeños como $10 o $15.
Este fenómeno plantea muchas preguntas. ¿Estamos ante una nueva herramienta de libertad financiera, o frente a un caballo de Troya que nos conduce silenciosamente a una trampa de endeudamiento crónico? ¿Qué significa para una sociedad que necesita crédito para pagar una hamburguesa? Y sobre todo: ¿quién se beneficia realmente de esta comodidad?
El BNPL es, en esencia, una forma de microcrédito instantáneo. Promete flexibilidad: en lugar de pagar $120 hoy por unas zapatillas, puedes pagar $20 ahora y el resto en cómodas cuotas quincenales o mensuales, muchas veces sin intereses. Para muchas personas, especialmente aquellas con ingresos inestables o sin acceso a tarjetas de crédito tradicionales, esta modalidad ofrece una sensación de alivio. No tienes que renunciar al presente para cuidar el futuro; puedes tener ambos.
Pero esa es solo una parte de la historia.
Aunque el BNPL parece una novedad impulsada por startups tecnológicas y apps modernas, lo cierto es que este modelo de consumo no es nuevo. Países como Brasil, México, Argentina y otros mercados emergentes han utilizado esquemas similares durante décadas. En Brasil, por ejemplo, el sistema de “compras en cuotas” —donde los consumidores pagan productos a plazos directamente con la tienda, sin intermediarios bancarios— es parte integral del comercio desde hace más de 40 años. Comprar un televisor, un refrigerador o incluso ropa en doce cuotas sin intereses no solo es común, es cultural.
Este sistema, conocido simplemente como parcelamento, revolucionó el consumo en América Latina. Permitó a millones de familias acceder a bienes duraderos y mejorar su calidad de vida sin necesidad de tarjetas de crédito o financiamiento bancario tradicional. Para las empresas, también significó un motor de ventas imparable: el modelo de cuotas aumentaba el ticket promedio y fidelizaba al cliente.
Ahora, ese mismo modelo ha sido empaquetado con estética tecnológica y llega a Estados Unidos bajo un nuevo nombre: Buy Now, Pay Later. Pero el principio es el mismo. Lo que cambia es el envoltorio y la infraestructura digital detrás del proceso. En lugar de pagar en la tienda física, lo haces con un clic; en lugar de que el comercio asuma el riesgo, lo hace una fintech. Pero la lógica es idéntica: permitir el consumo hoy, pagando mañana.
Las compañías que ofrecen BNPL saben muy bien cómo funciona la mente humana. Basan su modelo en principios de la economía conductual que afectan a millones de consumidores sin que estos lo noten. Uno de esos principios es el “sesgo del presente”: la tendencia a priorizar recompensas inmediatas aunque eso implique un costo mayor más adelante. Otro es la reducción del “dolor de pagar”: cuando el pago se difiere o se divide en pequeñas cantidades, el acto de consumir se vuelve emocionalmente más ligero. Es más fácil aceptar pagar $6 al mes por unos audífonos que pagar $72 de una sola vez, aunque el precio sea exactamente el mismo.
Este tipo de estrategias, muy estudiadas por psicólogos y economistas como Richard Thaler o Dan Ariely, hacen que el consumo se dispare, pero también que los errores financieros se acumulen. Los informes muestran que una proporción significativa de usuarios de BNPL termina retrasándose en los pagos o utilizando múltiples servicios a la vez, sin llevar un registro claro de lo que deben. Así, una herramienta que nació como “alternativa responsable” a las tarjetas de crédito se convierte, en manos del marketing y la inmediatez emocional, en una nueva forma de fragilidad financiera.
No es que el BNPL sea intrínsecamente malo. De hecho, yo mismo lo he utilizado en más de una ocasión. Por ejemplo, cuando puedo acceder a un plan de pagos sin intereses con Affirm a seis o doce meses, y eso me permite mantener liquidez o aprovechar el valor del dinero en el tiempo, me parece una jugada inteligente. Pero esa decisión viene acompañada de un plan: sé cuánto puedo pagar, para qué estoy comprando, y sobre todo, qué objetivo financiero estoy priorizando.
El problema es que muchos consumidores, especialmente los de bajos ingresos, no tienen el mismo margen para planificar. A menudo recurren al BNPL no como estrategia, sino como salvavidas. Pagan comida, gasolina o útiles escolares con estas plataformas porque su sueldo ya no alcanza, porque el costo de la vida sube pero su ingreso no. Y en ese contexto, el BNPL no es una herramienta, sino un síntoma. Un síntoma de precariedad, de urgencia, de un sistema que empuja a la gente a endeudarse incluso para sobrevivir.
Lo preocupante no es solo económico, sino emocional. Diversos estudios muestran que las personas con deudas múltiples —aunque sean pequeñas— reportan mayores niveles de ansiedad, menor autoestima y dificultades para dormir. A eso se suma el estigma silencioso de tener que financiar cosas básicas. Es difícil hablar de libertad financiera cuando uno no puede pagar sin dividir en cuotas un almuerzo de $15.
Hoy, la competencia entre las empresas de BNPL es feroz. Klarna, Afterpay, Affirm, Sezzle, Zip, entre otras, luchan por posicionarse como las más convenientes, las más fáciles, las más “amigables” con el consumidor. Pero no debemos olvidar que todas estas empresas tienen una cosa en común: su rentabilidad no proviene del usuario responsable que paga a tiempo. Proviene, en gran medida, de aquellos que no lo hacen. De los cargos por pagos tardíos. De los acuerdos con comercios que se benefician del aumento en ventas, sin importar si ese aumento se debe a decisiones financieras sanas o impulsivas.
Por eso, si estás considerando usar un servicio de BNPL, mi consejo es claro: úsalo solo si tu presupuesto te lo permite. Solo si sabes que esos pagos futuros no van a poner en peligro tus metas ni tu tranquilidad. Y si puedes evitarlo, aún mejor. Porque cada vez que le das clic a “pagar en 4 cuotas sin intereses”, estás entrando en una dinámica psicológica cuidadosamente diseñada para que compres más, no mejor.
Lo que necesitamos no son más formas de endeudarnos. Lo que necesitamos es educación financiera, acceso justo al crédito, y una cultura que valore el ahorro tanto como el consumo. La verdadera libertad financiera no se consigue con cuotas pequeñas, sino con decisiones grandes: aprender a decir no, a esperar, a priorizar lo que de verdad importa.
El consumo puede darnos placer momentáneo, pero solo el control nos da paz duradera.